La Fundación Mapfre cierra su sala de exposiciones de AZCA

Se despide con la fotógrafa Lynne Cohen, y en mayo abrirá un nuevo espacio en Recoletos

Después de cinco años y 18 exposiciones, la Fundación Mapfre ha decidido clausurar su sala de AZCA (avenida del General Perón, 40), para trasladarse a finales de mayo al número 27 del paseo de Recoletos, frente a la Biblioteca Nacional y donde también se encuentra su instalación dedicada a la pintura.


El distrito pierde así un espacio referente en la exhibición de fotografía, por el que han pasado desde retrospectivas de grandes autores como Walker Evans hasta nombres contemporáneos de prestigio internacional menos conocidos.


Pero los vecinos de Tetuán pueden aún disfrutar de una última entrega en el centro comercial Moda Shopping, la que protagoniza la fotógrafa Lynne Cohen (Wisconsin, 1944). Tienen hasta el 11 de mayo para visitar esta muestra inédita, de entrada gratuita, que luego viajará a Córdoba y Bilbao y que recorrerá otras ciudades europeas.
Quién vive y quién trabaja ahí es la idea que primero viene a la cabeza cuando se contemplan las instantáneas de Cohen, una de los pocos artistas interesados en los interiores, sitios poco glamurosos que esconden un cierto misterio.


Son espacios carentes de presencia humana que hablan por sí mismos. El salón de una casa americana en los años 60, una clase de colegio, un salón de baile, la sala de espera de un hotel o una empresa… Todos ellos estáticos, regidos por la simetría y la iluminación plana que huye del artificio.

La canadiense de nacionalidad utiliza la fotografía como medio para mostrar una realidad construida, el pensamiento colectivo que se esconde en la organización y disposición de los lugares para la vida y el trabajo. Tras ese saloncito pop está la sociedad norteamericana del momento, la cultura del progreso, representada en la formica, el nailon y el escay.


Ya a partir de los 80, Lynne Cohen desplaza su atención hacia los laboratorios, las fábricas, las instalaciones militares… y los spa, algunos de los cuales retrató en Galicia. Es en esta segunda etapa cuando pasa del blanco y negro al color y a las fotos de gran formato (de hasta dos y tres metros), un cambio sorprendente, que no la despista de su intención.


La gran profundidad de campo con la que trabaja consigue que ningún objeto destaque por encima de otro. Pero la neutralidad con la que mira la autora, ese distanciamiento aparente, hace que la imagen acabe pareciendo tremendamente subjetiva. Es entonces cuando se aprecia la fuerte carga irónica y crítica de la artista. Es cuando aparece Lynne Cohen.

Cristina Sánchez


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