La Ventilla, sede de la cultura shaolin

Aquí se encuentra el templo oficial español, reconocido internacionalmente por maestros de Kung Fu

Seguro que al atravesar la calle de los Geranios, más de una vez se ha encontrado con gente vestida con kimonos de color gris o naranja y algunas cabezas afeitadas. Son los alumnos del Templo Shaolin de España (en Europa hay sólo cuatro), un centro de enseñanza oficial de esta ancestral cultura, cuya labor goza de una gran reputación a nivel internacional y está reconocida por varios maestros de Kung Fu. Esto es así porque a cargo de él está el “Shi Fu” (maestro) Carlos Álvarez, nombrado discípulo directo del Abad, el máximo representante shaolin en el mundo: el buen nivel de sus estudiantes certifica la calidad de la enseñanza del Maestro.


En este centro de La Ventilla cualquier persona, “sin importar su sexo, edad o condición física”, dice el “Jiao Lian” Carlos Espinar, discípulo del “Shi Fu”, puede aprender meditación y medicina tradicional china, además de Kung Fu tradicional y de combate (Sanda, similar al “full contact”), las armas shaolin o defensa personal, clases muy duras (en algunas el calentamiento dura media hora y recuerda a la práctica militar) que requieren de un gran esfuerzo y concentración. Dentro del Kung Fu está el Chi Kung, disciplinas que trabajan con la energía interna, como el Tai Chi Chan, que también se estudia en este templo concebido como un gimnasio en cuanto a la oferta de actividades.

“Trabajo bien hecho”

“Al contrario de lo que ocurre en Occidente, la cultura shaolin no pretende que seas el mejor, pero sí que des tu cien por cien, hasta donde puedas llegar, en todos los ámbitos”, explica este profesor de cabeza afeitada, pendientes y una larga perilla teñida de color morado, que habla pausado y reconoce haber encontrado su sitio en lo que para muchos es una filosofía de vida. Son como una gran familia, basada en la tradición y la hermandad y en la que la jerarquía y la disciplina vertebran las relaciones.


Según el “Jiao Lian”, los niños que acuden al templo ganan, “por encima de todo, en salud”, pero además adquieren confianza en sí mismos, son más respetuosos y saben defenderse, si bien para el shaolin “la mejor defensa es el atletismo”, comenta el instructor con una sonrisa. En verano, los hijos de las familias que pueden costeárselo viajan al Templo Shaolin de China, donde conviven y entrenan con los monjes y los niños huérfanos que viven.


Kung Fu significa “trabajo bien hecho”, por eso para los shaolin lo más importante es el camino, no la meta. “No nos gusta la competición. Nosotros no tenemos cinturones, como en karate o judo, porque esto es infinito, nunca dejas de aprender”.

Cristina Sánchez


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