Cuatro Caminos: Miró, esculturas y rascacielos en Azca

Rutas turísticas por los barrios de Tetuán (I)

Cierto es que Tetuán no aglutina el pulso turístico de barrios más céntricos o históricos, pero sus calles guardan interesantes tesoros, no siempre advertidos por los vecinos o por sus visitantes esporádicos.


Comenzamos pues una serie de reportajes, donde recorreremos barrio por barrio algunos de los monumentos más relevantes del distrito. ¿Conocían, por ejemplo, que dos edificios de Tetuán llevan la firma del célebre arquitecto Sáenz de Oiza? ¿Que en sus calles hay esculturas de Pablo Serrano, Juan Bordes o Eduardo Chillida? ¿Saben cuál es el monumento más antiguo de Tetuán? De todo ello hablaremos en estos capítulos, comenzando por los que se asientan en el que fuera arrabal más antiguo del distrito: Cuatro Caminos.


El recorrido comienza en la propia glorieta. Subiendo por Bravo Murillo nos topamos con tres de los edificios más relevantes de la arteria principal del distrito: el Mercado de Maravillas −número 122−, obra del arquitecto Pedro Muguruza en el lugar exacto donde hubo un colegio y una iglesia, destruidos en un incendio en el año 1931.


Poco más adelante se descubre el antiguo cine Europa, una maravilla de estilo racionalista de Luis Gutiérrez Soto, responsable de muchos edificios madrileños, el cine Barceló o el Callao entre ellos. En el número 162 se ubica el colegio Jaime Vera, del arquitecto Antonio Flórez Urdapilleta. En su fachada de ladrillo se muestra una muy notable placa en bronce, con la efigie del pintor y político salmantino, uno de los fundadores del PSOE.


De Perón a Gandhi, pasando por Miró


Girando por la calle de Ávila desembocamos en la avenida del General Perón, en cuyos jardines se encuentra la estatua del que fuera presidente argentino, instalada en 1975, un año después de su muerte. Para entonces, la calle llevaba ya décadas bautizada con el nombre de Juan Domingo Perón, desde la visita que realizara a España junto a Eva Duarte, y en agradecimiento por las ayudas de su Gobierno durante el aislamiento internacional en la posguerra. El autor de la obra, Agustín de la Herrán, esculpió al “paladín de la amistad argentino española” –según reza la placa– en bronce y con traje militar. De la Herrán es el responsable de otras obras en Madrid, como el Monumento a la Hispanidad, en Ciudad Universitaria, o el dedicado a Azorín, en la Cuesta de la Vega.


Algo más al norte, entre la avenida del Brasil y General Yagüe, casi escondida entre los jardines, se sitúa la estatua de Joaquim Mª Machado de Assis, escritor fundador de la Academia Brasileña de las Letras. Precisamente, esta institución fue la que en 1998 donó la obra al Ayuntamiento de Madrid, una réplica de la que preside su propia sede. La pieza, de Bartolomeu-Humberto Cozzo, carece no obstante de la grandiosidad de la original, está mal conservada y cuenta con unos remates poco cuidados, como su modesta placa conmemorativa.


Bajando hacia Azca, hallamos, en la plaza de Joan Miró, el abandonado Palacio de Congresos, en cuyo frontis destaca desde 1980 el mural obra de Joan Miró y del ceramista Joan Gardy Artigas. Cuando se instaló el edificio hacía 10 años que se había construido, y se quiso revitalizar con estas 7.000 placas cerámicas pintadas y vidriadas con la creación del pintor barcelonés y bajo la maestría técnica de Gardy Artigas. El palacio pertenece al Estado y está inmerso en un proyecto para construir sobre él un hotel de cinco estrellas.


En la misma plaza se sitúa una estatua de Gandhi, en bronce y de tamaño real, inaugurada en 2013 coincidiendo con el Día Internacional de la No Violencia. Obra del artista de 88 años Ram Vanji Sutar, la escultura conmemora la “marcha de la Sal”, que el líder indio emprendiera para obtener la independencia de su pueblo. 


Tras el palacio, en el edificio anexo que fuera la Secretaría General de Turismo, se encuentra el conjunto escultórico “Agricultor, Agricultura y Progreso”, de José Carrilero Gil, Premio Nacional de Escultura en 1960. La obra fue donada en 1969 por la empresa de maquinaria John Deere Ibérica –que repartió más de 30 réplicas por toda España–. Se puede ver de lejos y desde la verja, en el centro de un jardín tan abandonado como el propio edificio.

El “skyline” de Madrid

Pero es sin duda la manzana de Azca la que mayores atractivos turísticos concita del barrio. Aupada, principalmente, por la decena larga de rascacielos que se sitúan entre los más altos de Madrid, como la Torre Picasso (157 metros), Torre Europa (121 m) o la Torre BBVA (108 m), entre otros. El diseño de esta última corresponde al arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza, responsable también de otra joya del barrio, la Basílica de Nuestra Señora de la Merced –que cuenta en su interior con un estupendo retablo de hierro, obra de Joaquín Ribó Camín–. Los curiosos también pueden adentrarse en el hall de estas torres, para contemplar esculturas de Martín Chirino o “Arturo” Pérez Moreno.


La puerta de entrada a los jardines de Azca desde el paseo de la Castellana es la plaza de Pablo Ruiz Picasso, donde figura una lápida conmemorativa de Joaquín Roldán Pascual. Formada por seis placas de hormigón, y aprovechando una jardinera hexagonal existente, la obra se terminó en sólo 12 días –se inauguró en 1980–, desechando ideas quizá más relevantes y a la altura de personajes, como una reproducción a gran escala de una de las obras del pintor malagueño.


Adentrándonos en la manzana encontramos “Cilindros en el Espacio”, cubo de acero inoxidable apoyado en uno de sus vértices, que fue recolocado hace unos años. Su autor es Enrique Salamanca y fue instalado en 1978, en una explanada sobre un suelo de granito negro que duró poco –desgastado por los patinadores que lo eligieron como campo de entrenamiento–. Terminó siendo sustituido por las baldosas de terrazo actuales, con lo que se perdió su “sentido especular inicial”.


Ya fuera de Azca, en la calle de Raimundo Fernández Villaverde, 41, se puede distinguir el estilo racionalista y los relieves art decó del Edificio de Telefónica. En la misma avenida, bajo el puente del paseo de la Castellana, destaca también un mural obra de Jesús Núñez. Se trata de un conjunto escultórico de 1986, que juega con diferentes planos sobre un fondo policromado, en el que se superponen varias superficies trapezoidales e irregulares. Pese a su concepción casi abstracta, se llega a intuir la silueta de una ciudad punteada de rascacielos, como corresponde a la zona.

David Álvarez de la Morena



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