Mario Agudo publica “Palmira. La ciudad reencontrada”

Nuestro compañero repasa tres momentos de la histórica ciudad siria

La guerra civil que asola Siria desde el año 2011 se ha cobrado ya centenares de miles de muertos y ha provocado el exilio de millones de personas, que se refugian de forma desesperada en Europa, Jordania, Líbano, Egipto y Turquía. Pero las consecuencias del conflicto también afectan a lo material. Aparte de la devastación que han sufrido ciudades como Alepo u Homs, el rico patrimonio histórico-artístico del país ha resultado golpeado de una manera severa.


A la destrucción accidental que se produce en cualquier enfrentamiento bélico, se ha sumado una destrucción ideológica, dirigida por el autodenominado Estado Islámico. Este fenómeno no es nuevo, en Mali asistimos a la destrucción de las capillas de Tombuctú, en Irak nos lamentamos por la destrucción de la mezquita de Jonás, del museo de Mosul, de las murallas de Nínive, de la ciudad de Hatra, del palacio de Dur-Sharrukin en Khorsabad… Una lista interminable, que terminó con el arrasamiento de la perla del desierto sirio, Palmira, la ciudad del oasis, punto de encuentro de culturas desde la Antigüedad hasta nuestros días, que fue atacada con saña por los milicianos de DAESH, que también se cobraron la vida de Khaled al-Asaad, el que había sido director del yacimiento desde los años 70.


“Palmira. La ciudad reencontrada”, escrito por Mario Agudo Villanueva y editado por la editorial Confluencias, trata de homenajear al afamado arqueólogo y a la ciudad, que ha visto cómo desaparecían el templo de Bel, el de Baalshamin, el arco triunfal, las tumbas-torre y fragmentos de su majestuosa vía columnada. En el prólogo, escrito por el director general de Antigüedades y Museos de Siria, Maamoun Abdulkarim, encargado de las tareas de evaluación de los daños sufridos, se realiza una interesante aproximación a la situación, desde el núcleo del conflicto que la ha desatado. Tras su recuperación por el ejército sirio, se han esbozado ya algunos planes de reconstrucción, pero la realidad de la guerra hace que, de momento, no sean más que buenas intenciones.


En palabras de su autor y colaborador de “Tetuán 30 días”, Mario Agudo, “la destrucción del patrimonio es un hecho lamentable, no sólo por lo que supone en cuanto a la erradicación del pasado y del presente de un pueblo, sino también en cuanto que el patrimonio es utilizado como herramienta propagandística con la que DAESH trata de exhibir su fortaleza y su desprecio a la cultura que ha emanado directamente de esas piedras, que no es otra que la base de nuestra civilización”.


Palmira es el icono de la destrucción a la que ha sido sometida Siria. No sólo ha sido devastada la ciudad antigua, sino también la urbe moderna, que en un momento fuera el centro neurálgico del turismo de un país acogedor, en el que la población local se volcaba con los visitantes extranjeros con la proverbial hospitalidad árabe y que ahora trata de sobrevivir en el límite de sus posibilidades.


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