“Tetuán era una zona sedienta de libertad y justicia social. Mis personajes tenían que vivir, sufrir y soñar aquí”

Javier Valenzuela ambienta su nueva novela en el Tetuán del 36

‘Pólvora, tabaco y cuero’ es la humeante última novela de Javier Valenzuela, el tercer ‘noir’ de este periodista que durante 30 años trabajó en ‘El País’. Una caza trepidante que une un lugar, el Tetuán anarquista de los tiempos “en que el norte de Madrid lindaba y hasta se confundía con el mundo rural”, con un momento, las Navidades de 1936, durante el cerco de las tropas franquistas. En estas coordenadas se traba una intriga policiaca en la que Ramón Toral, delegado de Seguridad del barrio, deberá resolver un asesinato pasional perpetrado en la calle de la Hierbabuena y desmantelar una red de falsificación de salvoconductos.


En sus apenas 200 páginas los protagonistas –anarquistas quijotescos, mujeres luchadoras y fieles escuderos– se mezclan con personajes reales, como el general Miaja, Arturo Barea, Cipriano Mera o Felipe Sandoval –el feroz pistolero de la “checa” del ‘Europa’–, mientras la trama desfila entre localizaciones clave de aquel Madrid “con plomo en las entrañas” y escenarios del Tetuán más costumbrista, como el Cine Europa, el patio del Quinto Regimiento, los edificios de la Constructora Benéfica en Tenerife o las tabernas de Sotero y La Pampa.

Una novela negra en uno de los momentos más negros del Madrid del último siglo…


Cuando a mis 60 años decidí escribir no sólo periodismo, sino también ficción, no tuve la menor duda de que escribiría novelas negras, de las que soy lector voraz. Publiqué dos ambientadas en Tánger y decidí que la tercera debería situarse en Madrid, como un modo de agradecerle a esta ciudad lo generosa que es conmigo. ¿Y cuál es el momento más noir, más trágico, más heroico de Madrid? La Guerra Civil, sin duda. Cuando la ciudad estuvo cercada y bombardeada por Franco, cuando un millón de personas pasaban hambre, frío y miedo a una muerte violenta. Ese Madrid del ¡No pasarán!, que despertó la admiración del mundo.

¿Por qué decidió ubicar la acción en el distrito? ¿Qué le brindaba este barrio a la trama?


En los 30 Tetuán era el distrito más obrero y popular de Madrid. Por eso aquí eran muy influyentes los anarquistas y después los comunistas y los socialistas revolucionarios. Era el barrio de Cipriano Mera, aquel líder albañil de la CNT que llegó a ser general de las fuerzas antifranquistas, un personaje del que Hollywood ya hubiera hecho películas y series. Era una zona pobre y solidaria, sedienta de libertad y justicia social. Mis personajes tenían que vivir, amar, sufrir y soñar en Tetuán.

“Un barrio donde todas las casas estaban abiertas”. ¿Qué le pareció el distrito cuando vino a documentarse?


Recorrí a pie muchas veces Tetuán en 2017. Hice una ruta del Tetuán de Cipriano Mera, guiado por ese vecino y gran persona que es Luis de la Cruz. Almorcé en Casa Sotero con Carlos García-Alix. Fui a la calle de la Hierbabuena a imaginar dónde y cómo podrían haber vivido Marcela y su hijo, y al antiguo Cinema Europa para imaginarme a Ramón Toral trabajando allí. Me encantó el distrito. Sigue siendo muy popular, habitado por gente noble y trabajadora, y ahora, además, es multicultural. Quizá ya no se dejen abiertas las puertas de las casas como en aquellos años en que era como un pueblo, pero sigue siendo vitalista y, según mi experiencia, simpático y amable.

Frente al contexto de represalias y muertes de aquellas fechas −que la novela no explicita−, aparece un protagonista “quijotesco”, con ideales y sentido de la justicia. ¿Cree que faltaron más ‘Torales’ en ambos bandos?


El odio anegó a unos y otros en la Guerra Civil, sí. Más a los franquistas, que mataron más y, además, prolongaron su dominio los 40 años de dictadura. Pero eso ya está muy dicho. Más ignorado es la cantidad de historias de valor, dignidad y sacrificio que produjo la guerra, y de personajes quijotescos que las protagonizaron. En el campo republicano, por supuesto, pero también en el franquista. En mi novela un personaje positivo, valiente, es la falangista Margarita Álvarez de Andrade.

Ha escrito que ésta es otra novela de la Guerra Civil, “y ojalá vengan muchas más”. ¿Por qué?


Ojalá vengan más novelas, películas y series. Es un tiempo fascinante y muy desconocido por las nuevas generaciones. Pero en España se piensa esa gilipollez de que hablar de la Guerra Civil es reabrir heridas. Los americanos hacen todos los años obras sobre la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto o el asesinato de Kennedy, y nadie dice que eso reabra ninguna herida. Al contrario, cicatriza. Los españoles tenemos que quitarnos de una vez el complejo a hablar del momento más duro de nuestros últimos dos siglos. Y hablar de ello con obras entretenidas es un buen camino.

¿Considera que la ficción también se escribe tomando partido?


Dejémonos de milongas. Todos los artículos periodísticos y todas las novelas o películas tienen un punto de vista. Ni un periodista ni un guionista o novelista es un mero notario.

David Álvarez



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